27 sept 2011

Adiós a La Habana, para siempre

A Mauricio Vicent le aplicaron la Ley 75 de la Defensa Nacional de Cuba

Para muchos Cuba es un infierno y quieren salir de ahí como sea: a nado, en una lancha desvencijada, en un vuelo arreglado por un amigo influyente. Otros, muchos más, viven allá la vida con una mezcla de resignación y esperanza, con los ojos puestos en el día siguiente que cambie de golpe su destino opaco. Pero también ven pasar los días bajo el sol en la isla caribeña algunos que no se quieren ir: los empresarios extranjeros, los diplomáticos y los periodistas. No se quieren ir porque, en general, se la pasan muy bien. Normalmente ocupan las casonas que los ricachones dejaron atrás, con piscinas y jardines, el refrigerador lleno de comida y bebida y hasta con empleados domésticos. Reciben invitaciones para ciertas actividades oficiales, y para algunos festejos y encuentros especiales con personalidades locales o visitantes.

La única desventaja que deben soportar quienes la pasan bien allá es la vigilancia permanente de los órganos policiacos del gobierno cubano, siempre pendientes de lo que dicen o hacen. Su grata estancia de hecho puede terminar de golpe de un momento a otro. De ello están siempre advertidos por las autoridades cubanas, que tienen dos caras: una amable y servicial, otra severa e inapelable.

La gente de a pie, todo el mundo lo sabe, no la pasa tan bien. Trabaja largas jornadas, recibe pagos simbólicos en una moneda que casi no vale nada, vive apretujada, viste lo que hay y come lo que puede de una lista de alimentos siempre racionados¸ se nutre de ilusiones. A quien le tocó ahora conocer la cara fea del gobierno cubano fue a Mauricio Vicent, el corresponsal del diario español El País. Vicent llegó a Cuba hace 20 años, cuando los vendavales de la historia que azotaron con violencia a Cuba habían amainado ya: el éxodo de Mariel, la crisis económica más grave de la historia, el cese de la ayuda soviética a los cubanos, la llegada de Gorbachov y la caída del Muro de Berlín con todo y el aparato ideológico que lo acompañaba.

Periodísticamente sabía cuidar bien sus envíos, atento a la práctica habitual de los corresponsales extranjeros, obligados a maquillar un poco su información para no llamar la atención de nadie. Sin embargo, a Vicent le fue retirada hace un par de semanas su acreditación, y sin ella no puede trabajar formalmente. Le dijeron que su imagen de la realidad cubana es desde hace tiempo “parcial y negativa”, y que su mirada ha llegado a influir en la línea editorial del diario. En los últimos textos que escribió hablaba de los matrimonios entre homosexuales, de la reconciliación del gobierno cubano con Guillermo Cabrera Infante, de las visitas de Hugo Chávez para recibir tratamiento médico.

Vicent sabrá mejor que nadie por qué ha sido privado de su privilegiada condición de periodista, pero mientras se anima a comentar en público el asunto su diario ha comenzado a armar un escándalo que ha sido recogido de inmediato por la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado español, que acaba de aprobar, como si viviera 500 años atrás, una moción para pedir al gobierno de España que exija a Cuba la devolución de la acreditación cancelada. El ex corresponsal español debiera entenderlo: las puertas de Cuba le han sido cerradas para siempre. Y si los españoles consiguen hacer de su caso un asunto político de disputa entre ambos países, la palabra siempre habrá de significar la eternidad.

Por Héctor Rivera

Fuente: MSemanal


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  • 2 comentarios:

    1. eso le pasa por no saber con kien trata, ahora va a aprender a bailar el mambo en zanco!

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    2. Con su permiso, le hice un enlace a este buen post en mi blog Cuba Testigos. Es importante que el mundo sepa mucho más sobre la desgracia cubana...Saludos

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