Además de sus problemas de salud, Fidel Castro y Hugo Chávez habrán de enfrentar la turbulencia política que empieza a erosionar su gobernabilidad.
Sus ideas tienen el carcinoma de los siglos. Se mueren las proclamas del socialismo inhumano, mientras las enfermedades hacen estragos en los organismos de los sátrapas de Venezuela y Cuba. Curiosamente, sus intentonas de perpetuarse en el poder sufren la contingencia de procesos de salud que complican sus intereses hegemónicos. Como si se tratase de una guerra planificaba por el imperio, ambos cayeron casi en sucesión y son pacientes con diagnósticos reservados. Sus aprietos no vienen de un teledirigido norteamericano indetectable por los anticuados radares rusos, su dura realidad está dentro del mismo cuerpo, como un obstáculo que tienen que superar.
Dos convalecientes conectados por una relación frenética de lealtad e insaciables intereses; queriendo imponer un modelo que cabalgue sobre la vida de millones de inocentes, pero que sirva de combustible para el viejo comunismo fracasado de siempre. Sin embargo, la situación se complica para ambos, no son solo sus dificultades para gozar de una salud que garantice la plenitud de las facultades, es la turbulencia política que comienza a erosionar la base de sustentación de sus administraciones.
En Cuba se multiplican las protestas populares con una creatividad que sorprende, los ciudadanos comienzan a perder el miedo, pasándole por encima a la sanguinaria represión del Estado policial con sus oscuros métodos de intimidación. Después de cincuenta y dos años, la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, salió en procesión ante el jolgorio de una multitud que asumió la actividad religiosa como el retorno a la libertad; ya el régimen no tiene capacidad para prohibir nada y su rumbo va camino del despeñadero de las ánimas. Mientras Fidel Castro recorre senderos en donde se multiplican las dificultades, el pueblo caribeño enciende una luz de esperanza que crece con el correr de los días. Es la democracia retomando bríos para ir en la búsqueda de un sistema que garantice oportunidad para todos, sin represiones e imposiciones de modelos totalitarios. Está muy cerca el cambio de rumbo para la Antilla Mayor.
En Venezuela ocurre lo mismo. El ciudadano común se cansó de creerles a los estafadores de su porvenir. Son innumerables las protestas que en todos los ámbitos ocurren en la nación, son más de doce años escuchando las mismas peroratas envenenadas en donde todos son culpables, menos aquellos que se han robado los dineros de todos. Si viviésemos en un país en donde funcionasen las instituciones, las cárceles estarían saturadas de tanto hampón con carné del PSUV; los tribunales no descansarían ni los domingos para juzgar a todos aquellos que han dilapidado uno de los recursos económicos más grandes del mundo. Faltarían penales para la gran cantidad de maleantes que andan arrasando hasta con los ceniceros de los ministerios; únicamente el silencio cómplice de aquellos obligados a poner correctivos hace que estos tengan toda las facilidades para malversar a sus anchas.
Son dos enfermos que soportan graves dificultades físicas y políticas. En sus almas atormentadas se funden dramas como peligrosa señal. Su idílico proceso revolucionario sufre de un tumor maligno con irreversibles consecuencias. El destino mostrará otro rostro que haga olvidar a semejantes maestros de la intriga. La libertad asume su papel ductor para llevarnos al camino de la democracia.
Por ALEXANDER CAMBERO
Fuente: El Tiempo
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