Medidas «aperturistas», como el trabajo autónomo, no funcionan. El petróleo de Chávez apuntala al régimen.
«Para que viva la revolución cubana tiene que vivir la revolución bolivariana». Era el sábado 11 de agosto de 2001. Hace diez años. Y Fidel estaba a sus anchas, acompañado de su amigo Hugo Chávez, en la plaza Bolívar de la antigua ciudad de Angostura, rebautizada Ciudad Bolívar. A punto de cumplir entonces 75 años, el dictador cubano no hizo más que confirmar lo que todos sabían dentro y fuera de la isla: que sólo el salvavidas económico que le iba a prestar, y que aún le presta, el caudillo bolivariano permitiría sobrevivir al ineficaz régimen de La Habana cuando prácticamente agonizaba.
Diez años después, Castro se dedica en cuerpo y alma a cuidar de la salud de su discípulo, más que de la suya. El «comandante» cumple hoy 85 años y ya ha sufrido unos cuantos «sustos», pero el enfermo real es mucho más joven: Chávez, que necesita tanto a los médicos cubanos –los únicos en los que confía– como los hermanos Castro necesitan sus generosas ayudas petroleras.
El caso es que Fidel no ha vuelto a aparecer en público desde hace meses –sólo se le ha visto en imágenes visitando a Chávez–, ni ha vuelto a deleitar a sus «fans» con sus famosas «Reflexiones» desde el pasado 3 de julio, cuando dedicó íntegramente uno de estos escritos a la enfermedad del presidente venezolano. Y no es este un detalle para echar en saco roto, sobre todo por la absoluta dependencia de Cuba de los 90.000 barriles de petróleo que Venezuela envía diariamente a la isla.
No obstante, con la economía agonizante y todavía más de un centenar de presos políticos en las cárceles, según datos aportados por las Damas de Blanco, la última preocupación de los cubanos es, precisamente, la salud de Chávez. En la isla es más importante sobrevivir cada día. Y las últimas iniciativas presentadas por Raúl, como el trabajo autónomo, no están funcionando.
El bloguero Luis Felipe Rojas explica que los Castro «son eficaces en reprimir, y también son eficaces en olvidar de un tirón sus promesas», como la que auguraba, hace apenas un año, la creación de miles de empleos «cuentapropistas» que pondrían a la economía isleña de nuevo a funcionar. Pero estos microemprersarios no pueden comprar bienes al por mayor, así que sus beneficios, si los hay, son mínimos y el interés por el trabajo autónomo mengua. Mientras, los problemas se multiplican en la macroeconomía. Como desveló Wikileaks, los representantes de Francia, Japón, España, Brasil, Italia y Canadá en La Habana consideran que «Cuba podría ser insolvente» este mismo año, si Venezuela dejara de prestarle su ayuda económica.
Con este panorama a la vista, a Rojas, como a muchos jóvenes de su generación, la fecha del 13 de agosto sólo le evoca «una celebración ajena, impuesta, pero no una fecha patriótica», como la presentan los seguidores castristas, que estos días no ahorran loas ni serenatas en honor del octogenario comandante. «Lo que quiere el Gobierno cubano es ganar tiempo», dice a LA RAZÓN, desde su casa en Santa Clara, el disidente y premio Sajarov Guillermo Fariñas: «Intenta que su generación deje el poder sin que, de cara a la historia, tenga que admitir que ha cedido ante el capitalismo».
Guillermo Gortázar, presidente de la Fundación Hispano-Cubana, considera que «si en el 59 Castro quitó la voz a todos los cubanos y convirtió la isla en un monólogo cansino y repetitito, ya es hora de que les devuelva esa voz con unas elecciones libres». Sin embargo, para Luis Felipe Rojas, como para muchois en la isla, Cuba sólo depende de una «solución biológica, que no le desamos a nadie». Feliz desbarajuste, comandante.
Por Alberto Rubio
Fuente: La Razón
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