19 ene 2011

Se avecina enorme crisis para deporte cubano


Se avecina una tormenta para el deporte nacional en Cuba. En la última sesión del monocorde parlamento, en el mes de diciembre, contra viento y marea el gobierno mantuvo su estrategia de no autorizar a peloteros y otros atletas a competir en ligas foráneas.

Desde 1991 a la fecha más de 350 peloteros han huído de la isla. De mantenerse la absurda política, de no permitir contrataciones a beisbolistas por parte de clubes extranjeros, a la vuelta de pocos años los guarismos podrían doblarse.

No sólo los peloteros darían el salto al deporte rentado. Apunten. Boxeadores de nivel apostarían por ganar dinero en circuitos profesionales de Estados Unidos o Europa. Voleibolistas de talla seguirán mirando con codicia la prestigiosa liga italiana.

Atletas de campo y pista tratarían de nacionalizarse ciudadanos españoles, checos o hasta sudaneses (no se asombre, la triplista cubana Yamilé Aldama compite por Sudán), para poder disfrutar del dinero que ganen en los clubes de atletismo.

Incluso balonmanistas o basquetbolistas, deporte de no mucho nivel en Cuba, pero donde siempre existen individualidades, de soslayo otearían el mercado de esas disciplinas en los circuitos griegos, ibéricos y, por supuesto, la fabulosa NBA.

La miopía deportiva de los dirigentes cubanos es colosal. Son posiciones pueriles y de capricho. En un país donde se necesita un permiso estatal para viajar, existen instituciones como el Ministerio de Cultura que desde hace más de una década permite libremente a intelectuales y artistas contratos de trabajo en otras naciones.

Esto no ha impedido el éxodo en el sector, pero resulta una opción para creadores talentosos, quienes pueden firmar contratos y ganar suficiente moneda dura que les permite vivir con desahogo en una isla de penurias. Un ejemplo es el actor Jorge Perogurría.

Sin embargo, en el deporte no se quiere abrir el cerrojo. Entonces los atletas, sobre todo beisbolistas, brincan el charco y por la puerta de atrás entran a las Grandes Ligas.

El beisbol cubano, además, está en horas bajas. Su calidad ha caído en picada. Todos lo reconocen. Periodistas oficiales y estrellas en retiro aceptan que la pelota que se juega en estos momentos en Cuba es de ‘manigua’ (baja calidad).

El periodista Gilberto Dihigo, residente en la Florida, hijo del ilustre Martín Dihigo, primer jugador cubano en entrar al Salón de la Fama en Nueva York, es un convencido de que la pelota nacional está en crisis.

La repercusión del mal momento que sufre el béisbol se ve reflejado en diarios y blogs publicados en Miami, ciudad donde viven unos 800 mil cubanos y con interés se sigue ese deporte en el verde caimán. Y no exageran los especialistas. Es verdad: la marcha de estrellas y jóvenes talentos ha menguado la calidad de la pelota cubana.

Pero también están desfasados los conceptos técnico-tácticos de los actuales preparadores de pitcheo y bateo. Las estrategias de los managers demuestran lagunas escandalosas en materia beisbolera. A ese declive no escapan los árbitros. Su reducida zona de cantar strikes es uno de los factores para que un bateo brutal aporree sin piedad a un indefenso pitcheo. El 70% de los lanzadores de la liga nacional tienen un nivel de lágrimas.

Terriblemente descontrolados, con un promedio de bases por bolas de categorías infantiles, una velocidad promedio que no supera las 84 millas -en un béisbol que se respete, los picherts deben alcanzar 90 millas- y un reportorio reducido que sólo abarca dos lanzamientos, rectas y slider.

El mal sigue. La técnica del swing de muchos bateadores es de la mitad del siglo XX. Los guantes de los jugadores están descosidos. Y los números no mienten. La defensa en la actual temporada es de 967. En una liga decente se fildea para 980.

A pesar de las insuficiencias que lastran el principal pasatiempo de los cubanos, el béisbol sigue siendo el mayor espectáculo del país. Y sus peloteros, por su talento natural, son golosinas para los scouts.

Es cierto que para llegar al máximo nivel tienen que pulir deficiencias a granel. Pero las jóvenes promesas del patio pierden el sueño por los salarios millonarios que pagan en las Ligas Mayores de Estados Unidos. Saben que mientras más temprano se marchen, más son las posibilidades de llegar algún día a jugar en el mejor béisbol del mundo.

En contra de lo esperado -se rumoraba que el gobierno podría hacer cambios en su política deportiva- el General Raúl Castro echó el cerrojo y la ilusión de que Cuba permitiría la libre contratación de atletas se esfumó. Una respuesta al descontento que impera en el béisbol criollo podría ser el aumento del éxodo de peloteros.Tiempo al tiempo.

Iván García

Tomado de: Gaceta de Cuba

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